He aquí un Otoño que parece que va llegando. Aparece por sorpresa y sopetón, regalándonos una mañana pasada por agua y frío.
Estos días estoy fijándome en cada detalle, en cada signo de belleza que trae esta estación. Si bien no la tenemos completamente y pasa más bien de largo, lo que es innegable es que la luz cambia. Aparece con una intensidad que calma, unos tonos dorados que impregnan rincones de tu hogar. Todo se llena de una atmósfera más acogedora e íntima. Sabes que algo ha cambiado.
Se nota en tu reloj interior que te pide comida caliente y nutritiva. En esos momentos que te invitan a una lectura, escuchar tus viejos cds o a comenzar a ver todas esas series que junto a ti, han estado dormitando durante todo el verano.
En pocos días nos vamos a Madrid.
Y no sabéis lo mucho que deseo superar mi miedo a volar, necesito salir de la isla después de 2 años. Desconectar, respirar otro aire, pisar otras calles, pasear por el Retiro, comer en lugares especiales. Patearnos Madrid para venir con las pilas puestas, la inspiración colmada en mi interior y la mente más despejada.
Yo, mujer de campo y verde. Montañas y aire puro, necesita ver una gran ciudad.
¿parece contradictorio?
No lo creo así. Y es que la ciudad es tan necesaria como la vida rural.
Necesitamos del otro extremo para volver al lugar donde perteneces amándolo aún más.
Y así quiero volver.
Tengo una llama que se ha ido encendiendo, la de la inspiración, de volver a crear. Pero también sé que necesito de un empujón para ver con total nitidez esa luz.
Creer en mí.
De eso se trata.
Casi siempre de eso…
Vuelvo la semana que viene llena de fotos, recuerdos, anécdotas, experiencias y detalles.
Gracias por leerme, por estar ahí.
Nos vemos.