Este año, la navidad viene cargada de ausencia.
Hace tiempo esta época pasó a formar parte de aquellas fechas absurdas y molestas que casi todos, en algún momento del año, solemos tener.
Todo cambia cuando una es madre. Vuelve a renacer la ilusión que había desaparecido en uno mismo, porque pasas a hacer feliz a otra persona. Y lo entiendo, yo no concibo la vida para mi misma, sino hacia los demás. De pequeños somos egoistas desde la inocencia, en la madurez o sigues creyendo en ilusiones, o bien, aborreces esta época.
Y a mi me pasaba lo segundo, salvo que intentaba pensar en Oscar y en lo feliz que me hace, y sobretodo en Laika. Era nuestro momento. Yo podía disfrutar de ella con todos mis sentidos. Salidas al campo, desayunos deliciosos… Ella siempre ha sido una más, de hecho, pese ser un animal, era ese motor que me empujaba a estar bien. Y verla disfrutando de una larga siesta mientras fuera hacia frío y ella se sentía segura… Era lo que más me gustaba. Sentía que debía cuidarla, pese a todo.
Y así durante tantos años, y dentro de poco tendré que saber lo que es hacer las mismas cosas sin ella.
Ahora comprendo el sentimiento fustrante para muchas personas al acercarse estas fechas. Se convierte, como decirlo, en una especie de broma de muy mal gusto en la que una quiere que pase rápido.
Pero pese a la contrariedad y mi tristeza que intento la mayoria de veces esquivar, necesito que lleguen las vacaciones…
En mi mente ya lo son, y se nota tanto que mi desgana por levantarme a estudiar van en aumento, sólo que una voz interior me dice: venga lorena, sólo quedan unos días…
Y necesito unas vacaciones para hacer y realizar actos cotidianos que pese, otra vez a la contrariedad, no hago totalmente desde que empecé a estudiar: limpiar, ordenar objetos, reorganizar mis fotografías que se van acumulando en la memoria del ordenador…
Necesito estar días con ropa cómoda, madrugar, no madrugar, limpiar y poner lavadoras y tener, como no pasaba desde hace tiempo, el bote de la colada vacio. Hasta que no quede nada que hacer… y entonces pueda verme sola, reflexionar,
pasear.
Fotografiar,
llorar.
Pero ya desde un punto muerto.
En ese estado de absoluto silencio.
Volver a partir desde la nada.
Como darle al RESET, sólo que a mi mente.
Con un nuevo antivirus, pero con la memoria intacta con cada uno de sus recuerdos, que son, los que siempre me mantendrán viva.